
Fotografia: Lucy Susco
“Don Jaime” era el médico yuyero del barrio. Catalina nos cuenta que le llevó a su hijo cuando tenía un año porque creía que iba a ser mudo. Don Jaime le dijo que haga fumar a Julio (su hijo). Luego de pitar algunas secas Julio empezó hablar. Catalina cuenta la historia mirando el suelo, termina de contarla, levanta la cabeza y con una mirada que reflejaba asombro y miedo nos dice: “No se si ustedes creen en esas cosas, pero yo tengo que agradecer porque mi hijo empezó a hablar”. El asombro y el miedo invadieron mi cuerpo. Catalina cuenta la historia y piensa en nosotros, en no ofendernos, no herirnos y respetarnos.
De una manera muy especial viví ese momento, no podía creer el respeto y la amabilidad con la que nos trataba e intentaba ponerse en nuestro lugar.
Ruido, gente, mucha gente, gente con reloj, apurada, ruido, mucho ruido, gente preocupada por como vestirse ¿me queda bien? Gente que se mira a sí misma, encerrada. Ruido, demasiado ruido. Gente que ve sin mirar y que escucha sin escuchar. ¡Cuanto ruido!
Silencio. Árboles. Naturaleza. Gente sin reloj, sin tiempo. Gente preocupada por qué comer, qué tomar. Gente con preocupaciones que exceden todo lo pensable. Aborígenes arraigados a sus raíces sin querer dejarlas, pero a la par un sistema que devora. Que nos los deja, que nos les conviene que avancen, que hacen todo lo posible para que desocupen las tierras (sus tierras). La violencia no es sólo violencia física o verbal. Se ejerce violencia dejándolos solos, sin ayuda, no brindándoles los medios necesarios para que puedan satisfacer sus necesidades básicas. Las posibilidades que el sistema les brinda son nulas. No cuentan con agua, no pueden cultivar, no comen. Las condiciones de vida no son dignas y no se trata de que se muden a otro pueblo o ciudad, sino de que se queden donde están, con sus costumbres, con su sangre, pero con mejores condiciones de vida. El olvido que sufren se respira en el aire y queda en el camino que recorro de regreso al campamento. “No, allá en el pueblo yo voy un rato y me aturdo, hay mucho ruido, no podría vivir ahí”, dijo Catalina.
Por: Romina Esnoz
La maldita "individualización", es eso, esa fragmentación del cuerpo social que generan implicita y explicitamente los de arriba, para que, (como dice el sentido común), cada quien atienda su juego, y asi, se genera, a lo darwin, la supervivencia del más apto.
ResponderEliminarPero no, muchos pibes como nosotros decimos NO "al don pirulero", ésta vez somos muchos, y nos van a escuchar.
Las voces se vienen sumando, el compromiso se hace cada vez más grande.
Julieta