De RAÍZ, es un grupo que surge de un encuentro con la comunidad toba que vive en la provincia de Chaco. A partir de esto nace un proyecto que tiene como objetivo cuestionar y difundir las diferentes problemáticas que atraviesan los pueblos originarios que habitan esta tierra.



lunes, 21 de diciembre de 2009













Fotografía: Eloísa Azanza



domingo, 20 de diciembre de 2009









Jueves 22/10

Después de realizar entrevistas alrededor de todo el Paraje 10 de mayo, y de escuchar testimonios sobre cómo es el día a día de la comunidad Toba en Pampa del Indio, pactamos una entrevista con Marlen Nuñez, otra miembro de la comunidad que todos lo días se acercaba a nuestro campamento después de sus actividades matinales y conversaba con nosotras.

Organizamos la reunión en la cocina del galpón en donde estábamos instalados y le dijimos a ella y a Verónica (también miembro de la comunidad Toba) que nos cuenten cómo eran sus días en ese lugar. En un momento temimos porque no nos entendieran del todo, ya que entre ellas hablan en su dialecto quom, pero por suerte no hubo grandes inconvenientes en ese sentido.

Después de superar la timidez lógica que muestra cualquier persona al estar frente a una cámara, contaron cuáles eran sus mayores preocupaciones diarias y sus grandes necesidades.

“Necesitamos casa”-recalcó Verónica, aclarando que su vivienda es de barro. Repetían constantemente las frases: “Necesitamos agua, necesitamos tierras”. Nos hablaron del problema de no poder sembrar por no tener tierras ni semillas, siendo éste su medio básico de subsistencia. Marlen nos habló de cómo es tomar el agua del mismo lugar de donde beben los caballos y cómo la suciedad e impureza de la misma aumenta de la mañana a la noche y con el paso de los días. Cómo es trabajar junto a su familia haciendo canastos y otras artesanías para sobrevivir, y cómo es comer una sola vez al día cuando no hay otras alternativas.

Llegando al final de la entrevista, casi no eran necesarias nuestras preguntas para guiar la conversación. Ellas saben perfectamente lo que necesitan y lo que desesperadamente quieren es comunicarlo, gritarlo si es necesario.

Cuando finalizó la entrevista y después de oír el “corten” de la camarógrafa, Marlen, bajó de la mesa en donde estaba sentada pegando un saltito, ya que sus piernas cortas jamás llegaban a tocar el suelo. Sonrió y se sonrojó mientras masticaba fuertemente un chicle, y con los bracitos cruzados atrás de la cintura, balanceó su cuerpo de un lado a otro, como equilibrando la timidez que sentía al estar frente a todas nosotras “las grandes”, que la felicitábamos por haber hablado tan bien frente a la cámara y contar lo que le preocupaba a ella y a su familia. Contenta y asumiéndolo casi como un juego, miró la toma en la cámara y se rió mucho al verse a si misma. Se tapó los ojos con vergüenza y se rieron a carcajadas con su amiguita Vero mientras se decían un montón de cosas al oído. Masticó el chicle con más fuerza y con la boca abierta como lo hace cualquier niña de 11 años, y al rato ya estaba con sus demás amiguitos correteando por el campamento como casi todas las noches.

Lo que sigue sorprendiéndome y llenando de bronca, es cómo una niña de 11 años puede cargar con todas estas verdades, y un adulto 40 años mayor como es el Intendente de Pampa del Indio puede negarlas frente a una cámara y despreocuparse de las condiciones de vida de ella y de todos los habitantes de Pampa. Cómo una niña de 11 años puede pensar en estas verdades y entenderlas hasta el punto de comunicarlas firmemente y declararlas ante una cámara. Y decir en palabras directas y sin vueltas que necesitan agua porque no tienen, tierras, porque de eso viven y que muchas veces come una sola vez por día.

Ella sabe perfectamente lo que necesita su familia y sus vecinos, qué tipo de problemas les preocupa, y que lo que más quieren es comunicarlo, gritarlo si es necesario para que todos lo escuchen y que de una vez por todas, las carencias que sufren estas regiones de la provincia del Chaco y tantas otras, sean un tema que esté en boca de todos y no en boca de nadie. Que las banalidades que difunden los medios masivos para distraer a todos de lo que realmente es prioritario dejen de estar en los temas de conversación diarios de los argentinos y que por fin estos temas ocupen espacios importantes en las mentes de todos.

Por: Sofia Schmidhalter

miércoles, 2 de diciembre de 2009


Fotografia: Lucy Susco

“Don Jaime” era el médico yuyero del barrio. Catalina nos cuenta que le llevó a su hijo cuando tenía un año porque creía que iba a ser mudo. Don Jaime le dijo que haga fumar a Julio (su hijo). Luego de pitar algunas secas Julio empezó hablar. Catalina cuenta la historia mirando el suelo, termina de contarla, levanta la cabeza y con una mirada que reflejaba asombro y miedo nos dice: “No se si ustedes creen en esas cosas, pero yo tengo que agradecer porque mi hijo empezó a hablar”. El asombro y el miedo invadieron mi cuerpo. Catalina cuenta la historia y piensa en nosotros, en no ofendernos, no herirnos y respetarnos.

De una manera muy especial viví ese momento, no podía creer el respeto y la amabilidad con la que nos trataba e intentaba ponerse en nuestro lugar.

Ruido, gente, mucha gente, gente con reloj, apurada, ruido, mucho ruido, gente preocupada por como vestirse ¿me queda bien? Gente que se mira a sí misma, encerrada. Ruido, demasiado ruido. Gente que ve sin mirar y que escucha sin escuchar. ¡Cuanto ruido!

Silencio. Árboles. Naturaleza. Gente sin reloj, sin tiempo. Gente preocupada por qué comer, qué tomar. Gente con preocupaciones que exceden todo lo pensable. Aborígenes arraigados a sus raíces sin querer dejarlas, pero a la par un sistema que devora. Que nos los deja, que nos les conviene que avancen, que hacen todo lo posible para que desocupen las tierras (sus tierras). La violencia no es sólo violencia física o verbal. Se ejerce violencia dejándolos solos, sin ayuda, no brindándoles los medios necesarios para que puedan satisfacer sus necesidades básicas. Las posibilidades que el sistema les brinda son nulas. No cuentan con agua, no pueden cultivar, no comen. Las condiciones de vida no son dignas y no se trata de que se muden a otro pueblo o ciudad, sino de que se queden donde están, con sus costumbres, con su sangre, pero con mejores condiciones de vida. El olvido que sufren se respira en el aire y queda en el camino que recorro de regreso al campamento. “No, allá en el pueblo yo voy un rato y me aturdo, hay mucho ruido, no podría vivir ahí”, dijo Catalina.

Por: Romina Esnoz

martes, 1 de diciembre de 2009


Fotografía: Lucy Susco



Tengo un poema escrito más de mil veces, que me repito siempre mientras que alguien proponga muerte sobre esta tierra, y se fabriquen armas para la guerra ...

Victor Heredia


Hospital de Castelli
Fotografia: Anita Sanabria