
Jueves 22/10
Después de realizar entrevistas alrededor de todo el Paraje 10 de mayo, y de escuchar testimonios sobre cómo es el día a día de la comunidad Toba en Pampa del Indio, pactamos una entrevista con Marlen Nuñez, otra miembro de la comunidad que todos lo días se acercaba a nuestro campamento después de sus actividades matinales y conversaba con nosotras.
Organizamos la reunión en la cocina del galpón en donde estábamos instalados y le dijimos a ella y a Verónica (también miembro de la comunidad Toba) que nos cuenten cómo eran sus días en ese lugar. En un momento temimos porque no nos entendieran del todo, ya que entre ellas hablan en su dialecto quom, pero por suerte no hubo grandes inconvenientes en ese sentido.
Después de superar la timidez lógica que muestra cualquier persona al estar frente a una cámara, contaron cuáles eran sus mayores preocupaciones diarias y sus grandes necesidades.
“Necesitamos casa”-recalcó Verónica, aclarando que su vivienda es de barro. Repetían constantemente las frases: “Necesitamos agua, necesitamos tierras”. Nos hablaron del problema de no poder sembrar por no tener tierras ni semillas, siendo éste su medio básico de subsistencia. Marlen nos habló de cómo es tomar el agua del mismo lugar de donde beben los caballos y cómo la suciedad e impureza de la misma aumenta de la mañana a la noche y con el paso de los días. Cómo es trabajar junto a su familia haciendo canastos y otras artesanías para sobrevivir, y cómo es comer una sola vez al día cuando no hay otras alternativas.
Llegando al final de la entrevista, casi no eran necesarias nuestras preguntas para guiar la conversación. Ellas saben perfectamente lo que necesitan y lo que desesperadamente quieren es comunicarlo, gritarlo si es necesario.
Cuando finalizó la entrevista y después de oír el “corten” de la camarógrafa, Marlen, bajó de la mesa en donde estaba sentada pegando un saltito, ya que sus piernas cortas jamás llegaban a tocar el suelo. Sonrió y se sonrojó mientras masticaba fuertemente un chicle, y con los bracitos cruzados atrás de la cintura, balanceó su cuerpo de un lado a otro, como equilibrando la timidez que sentía al estar frente a todas nosotras “las grandes”, que la felicitábamos por haber hablado tan bien frente a la cámara y contar lo que le preocupaba a ella y a su familia. Contenta y asumiéndolo casi como un juego, miró la toma en la cámara y se rió mucho al verse a si misma. Se tapó los ojos con vergüenza y se rieron a carcajadas con su amiguita Vero mientras se decían un montón de cosas al oído. Masticó el chicle con más fuerza y con la boca abierta como lo hace cualquier niña de 11 años, y al rato ya estaba con sus demás amiguitos correteando por el campamento como casi todas las noches.
Lo que sigue sorprendiéndome y llenando de bronca, es cómo una niña de 11 años puede cargar con todas estas verdades, y un adulto 40 años mayor como es el Intendente de Pampa del Indio puede negarlas frente a una cámara y despreocuparse de las condiciones de vida de ella y de todos los habitantes de Pampa. Cómo una niña de 11 años puede pensar en estas verdades y entenderlas hasta el punto de comunicarlas firmemente y declararlas ante una cámara. Y decir en palabras directas y sin vueltas que necesitan agua porque no tienen, tierras, porque de eso viven y que muchas veces come una sola vez por día.
Ella sabe perfectamente lo que necesita su familia y sus vecinos, qué tipo de problemas les preocupa, y que lo que más quieren es comunicarlo, gritarlo si es necesario para que todos lo escuchen y que de una vez por todas, las carencias que sufren estas regiones de la provincia del Chaco y tantas otras, sean un tema que esté en boca de todos y no en boca de nadie. Que las banalidades que difunden los medios masivos para distraer a todos de lo que realmente es prioritario dejen de estar en los temas de conversación diarios de los argentinos y que por fin estos temas ocupen espacios importantes en las mentes de todos.
Por: Sofia Schmidhalter